El Reloj del Micalet

¿Sabías que el Micalet tuvo un reloj público?

Hubo un tiempo en el que el paso del tiempo no se medía por complicados mecanismos de relojería, por ejemplo hemos hablado aquí de los relojes de sol, pero también de las campanas y otros elementos para medir el tiempo. Sin embargo, el progreso hacia que en las ciudades europeas desde época medieval se empezaran a construir relojes con complicados mecanismos para precisamente informar a la población de las horas y minutos.

El mejor sitio para instalar estos relojes era la casa de la ciudad o ayuntamiento y València no fue una excepción. Se instaló un reloj en la fachada de la casa de la ciudad, que como sabemos, estaba situada justo al lado del actual Palau de la Generalitat. Nos queda hoy un recuerdo y es que la calle del Reloj Viejo embocaba directamente al lugar donde estaba situado este reloj. Pero claro, si existía un “reloj viejo” por fuerza deberíamos encontrar un “reloj nuevo”. Sabemos que el reloj existió hasta el año 1413, que se trasladó al primitivo campanario de la catedral, situado en la calle Barchilla. Finalmente el reloj acabó colocándose junto a la torre del Micalet. Éste reloj, según se cuenta, no contaba con un mecanismo que lo hiciera funcionar, sino que manualmente se accionaba cada sesenta minutos, tenía una campana dispuesta con dos hombres pagados por la ciudad colocados en la torre y que tocaban las horas a mano día y noche.

Años más tarde, se levantó, una casa donde habitaban los encargados del reloj del Micalet, justo enfrente de la torre, hoy en proceso de restauración, conocida como “Casa del Relojero”. En el siglo XVI se puso en funcionamiento un reloj, ya sí autónomo, que fue siendo actualizado y mejorado con el paso del tiempo. Este “nuevo reloj”, funcionaba en conjunción con las campanas del Micalet, que marcaban los horarios de apertura y cierre de las puertas de la ciudad y todos aquellos aspectos en los que importaba el mantenimiento de un horario. Existen referencias que afirman que esta “Casa del Relojero" se comunicaba con la catedral por un pequeño puente para cruzar la calle y que fue destruido en la Guerra del Francés. El reloj fue dañado y en el siglo XIX se restauró de nuevo.

Sin embargo, en los años sesenta, por el coste de su mantenimiento y al estar bastante dañado fue desmantelado e incomprensiblemente vendido como chatarra, al ser considerado en esa época, por la universalización de los relojes de muñeca, un objeto innecesario.

Este reloj forma parte de las muchas leyendas y curiosidades que alberga La Catedral, como las caras de la Puerta Románica o los misteriosos arañazos.