Pero desgraciadamente, durante los últimos 200 años y particularmente durante las décadas de 1960-70, los nuevos conceptos de “modernidad”, donde lo antiguo era sinónimo de viejo e inútil y lo moderno era lo nuevo y útil, junto a determinados intereses económicos y urbanísticos, propiciaron una pérdida de patrimonio histórico sin precedentes en el mundo. Nunca antes ha existido una pérdida así en tan poco tiempo, exceptuando una guerra. En menos de 100 años se derribaron decenas de palacios, iglesias, conventos y edificios oficiales.

Donde antes había un palacio, ahora hay un gran edificio de viviendas, donde antes había una iglesia, ahora hay unos grandes almacenes, donde antes había un antiguo barrio con su calles y comercios, ahora hay una plaza y un parking para coches… Realmente, Valencia podría tener actualmente uno de los mejores patrimonios arquitectónicos de todo Europa, pero por culpa del dinero y del interés de unos pocos, todos hemos perdido la oportunidad de disfrutar de una ciudad todavía más bonita.

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