Los Cementerios

Aquí había un cementerio

Para la gente especialmente supersticiosa, no será plato de buen gusto saber que su lugar de trabajo, estudio, la terraza del bar en la que toman un aperitivo o el museo que visitan se encuentran sobre un cementerio. En la ciudad de València, como en muchas otras ciudades con pasado medieval, era costumbre realizar los enterramientos cerca de las parroquias o iglesias. En Valencia, los barrios de Ciutat Vella no están delimitados al azar, sino que coinciden bastante con las doce parroquias “fundacionales” en las que se dividió tras la conquista. Cada parroquia tenía su cementerio. Esto fue de este modo hasta la creación del Cementerio General tras las medidas tomadas en 1787 por el gobierno de Carlos III por motivos higiénicos y sanitarios y de este modo se prohibieron los enterramientos intramuros.

La ciudad tuvo doce camposantos intramuros, cada uno correspondiente a una parroquia y además también contaba con los cementerios conventuales, además de las sepulturas instaladas en el interior de ciertas capillas, claustros o en el interior de templos, e incluso bajo criptas subterráneas.

Generalmente estos cementerios estaban debidamente vallados y cerrados y al estar integrados en la trama urbana no dejaban de causar malas sensaciones y un aspecto nada recomendable. Sin embargo, su existencia ha dejado huellas tanto en el urbanismo como en el callejero histórico que vamos a desentrañar.

Empezaremos por el de la parroquia de San Martín y Santa Catalina. Estos “fossars” estaban contiguos separados por un muro, como se aprecia en el plano del “Pare Tosca”. De hecho, el primer tramo de la calle Calabazas, absorbido por la actual avenida Maria Cristina era conocido como “Fossar de Sant Martí”. Estos cementerios estaban a espaldas del carrer “Manyans” (cerrajeros), utilizando el espacio creado con el derribo de la muralla islámica. El cementerio desapareció y se creó la calle de San Fernando, precisamente en época de Fernando VII, de hecho en el plano de 1931 vemos que pese a la nueva calle, la manzana mantiene la misma numeración, 313. Actualmente sobre el antiguo cementerio encontramos el poderoso edificio conocido como “Los Sótanos”, obra del arquitecto Francisco Almenar.

El cementerio de San Andrés estaba situado en la actual calle Minyana. No fue su primera ubicación, pues se cuenta que existía un cementerio asociado a esta parroquia junto a la iglesia de San Agustín, que se puede ver en el plano de 1608.

Exactamente estaría situado en el cruce entre las calles de Poeta Querol (antiguamente, Granotes) y Minyana. Actualmente se alza un edificio donde está la sede de la Cámara de Comercio.

Del cementerio de San Juan tenemos pruebas hoy en día, pues todavía podemos ver la rotulación en su puerta de la plaza que se situaba frente al camposanto. Estaría situado justo delante de la puerta de la iglesia, junto a la calle Beluga (antigua del Cementerio de San Juan). Cuenta una leyenda que precisamente en esa calle se realizaba mercadillo de segunda mano los domingos y existía un puesto que vendía zapatos a un buen precio. El negocio de este comerciante acabó cuando una viuda reconoció los zapatos de su marido y se descubrió que este se servía del cementerio como proveedor de género. Sobre este cementerio se alzaron unas casas con un conocido pasaje con el nombre, obviamente, de San Juan y ahora es lo que sería la plaza Ciudad de Brujas y uno de los edificios más descontextualizados y poco elegantes de la ciudad, en sus bajos hay una subsede de la Universidad Católica.

El cementerio de Santo Tomás era conocido popularmente como Fossar de Benimaclet, pues en él se enterraban principalmente a los vecinos de este pueblo cercano. La puerta de entrada al cementerio estaba embocada a la actual calle del Altar de San Vicente, donde encontramos el número 6 de la calle Bretón de Herreros, cuyo nombre fue precisamente Fossar de Benimaclet.

El cementerio de la parroquial iglesia del Salvador estaba en la plaza de don Roger Pallas, actual Conde de Carlet, donde confluyen las calles de la ermita de San Jaime y la calle del Fossar de San Salvador, actual Barón de Hervés.

El de San Lorenzo estaba situado inmediatamente detrás del campanario de la iglesia. La entrada al cementerio se hacía a través de un atzucac que se llamó del Fossar de Sant Llorenç, que todavía es visible hoy en día aunque está cerrado al tratarse de una propiedad privada. El cementerio desapareció pero todavía puede verse en la plaza de Cisneros la entrada del mismo. Actualmente en su lugar se alza un edificio y en sus bajos encontramos un establecimiento de restauración.

La iglesia de San Juan del Hospital enterraba a sus feligreses dentro de su propio recinto. Este cementerio fue el único de los urbanos que se conservaba cuando ya habían desaparecido todos los demás Hubo una calle que se llamó Cristofol Soler y que también se conoció como del Fossar de Sent Joan. Esta calle comunicaba con la del Mar por un callejón llamado de las Penas actualmente desaparecido, que se aprecia en el plano del Padre Tosca y que era la entrada al cementerio.

Sabemos que el cementerio de la Parroquia de San Nicolás estaba junto a la iglesia, en lo que actualmente es la capilla de la comunión. Cuando se amplió la iglesia y se creó la puerta principal desapareció el cementerio aunque se conservó una fosa común. Se encontraron varios restos humanos en el siglo XIX cuando se rehízo la fachada recayente a la actual plaza de San Nicolás. A los pies de la torre se aprecia la capilla excavada en el muro de la iglesia donde una imagen del Santisim Crist del Fossar recuerda al venerado en la capilla del desaparecido cementerio.

Tenemos el cementerio correspondiente a la parroquia de San Pedro, que coincide con la catedral y que enterraba a sus feligreses en el “fossaret de Sent Pere” situado adosado a la catedral a espaldas de la actual capilla del Santo Cáliz y de la capilla parroquial de San Pedro. Actualmente sus terrenos corresponden al museo catedralicio.

El cementerio de San Bartolomé se situaba en el primer tramo de la actual calle Samaniego, junto a la calle Serranos. De hecho este tramo se conocía como Fossar de Sant Bartolomé. Sin embargo, en 1666, el dueño del Palacio de Batlía (actual diputación) compró a la parroquia el cementerio para ampliar el patio de su vivienda y proporcionó otros terrenos de su propiedad junto al Portal de Valldigna para trasladar ahí el cementerio. De este modo lo podemos ver en el plano del Pare Tosca junto a la muralla islámica. De hecho, el nombre de la calle como cementerio de San Bartolomé migró al primer tramo de la calle Portal de Valldigna, llamada posteriormente Carboneres, antes de rotularse toda la vía, desde la calle Baja hasta la de Concordia con el nombre de Portal de Valldigna.

Muy cerca de este lugar se alzaba el cementerio de la desaparecida parroquia de la Santa Cruz, aprovechando el cercado que realizaba la muralla árabe. En su lugar se alzó la famosa Posada del Angel, en la plaza del mismo nombre, desaparecida tras la riada de 1957. Actualmente en ese lugar se plantea crear el centro de interpretación de la muralla islámica.


Sin dejar el barrio del Carmen, otro cementerio, el de San Miguel, ocupaba los terrenos de la antigua Morería, y estaba situado junto a la iglesia, entre las actuales calles de San Dionisio (antigua del cementerio de San Miguel) y la plaza Tavernes de la Valldigna.

En cuanto al cementerio de San Esteban, este se encontraba en la actual plaza de San Esteban, anteriormente llamada Fossar de San Esteve. Ocupaba los terrenos en los que hoy encontramos el Conservatorio Profesional de Música. Este cementerio se exhumó en 1745 colocándose una cruz en su centro, pero no lo ocuparon construcciones hasta la creación del conservatorio ya en el siglo XIX, como podemos ver en el plano de 1931, donde sigue siendo visible.

Otro edificio construido indirectamente sobre un cementerio seria el Corte Inglés de Pintor Sorolla, levantado como veremos posteriormente en el solar del convento de Santa Catalina de Siena, que a su vez se construyó sobre el antiguo cementerio judío de la ciudad, del que hablaremos posteriormente.