Los Edificios de Cortina

Los edificios de Cortina

Dentro del estilo modernista encontramos muchas variantes y corrientes diferentes que hacen que este no sea un estilo homogéneo, este variaba y se adaptaba a las características sociales y propias de cada lugar. De este modo en Valencia, este estilo revolucionó la construcción con nuevas ideas y materiales como el hierro y el vidrio, creando conceptos completamente nuevos. Pero también tuvo una fuerte relación identitaria a base de símbolos que se repiten en muchos edificios claves del modernismo valenciano, como los mercados de Colón y Central y la Estación del Norte como máximos exponentes. Escudos, naranjas o flores copan la iconografía de estos edificios, junto a mosaicos que representan escenas de la huerta, con exaltaciones folklóricas o marineras.

Pero para hablar de la Valencia modernista es necesario destacar por lo característico de sus edificios al valenciano José María Manuel Cortina Pérez, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Estos edificios unen la fantasía y la imaginación con una vuelta a estilos pretéritos reinterpretados con un lenguaje modernista. En este periodo, existe una idealización del periodo medieval, con vuelta al románico y gótico, y también de elementos considerados exóticos como bizantinos e islámicos. La burguesía valencia se fijó en él y por ello nos han llegado varios ejemplos. Lamentablemente como se dice popularmente, no están todos los que son pero sí son todos los que están, ya que, generalmente por afán especulador, han desaparecido varios ejemplos que hoy completarían una ruta inigualable por las obras de este genial arquitecto.

Entre sus obras, destacan los edificios que construyó en el Ensanche, como la “Casa de los Dragones” en la esquina de las calles Sorní y Jorge Juan. Levantada para su padre en 1901, es famosa por su decoración de fantasía con dragones, motivos florales y elementos extravagantes como una locomotora alada, con la estrella de cinco puntas, que hace referencia al logotipo de la Compañía de Ferrocarriles del Norte, la principal empresa que prestaba servicios ferroviarios, todo ello en un peculiar estilo neogótico, con detalles como la firma en las iniciales sobre un escudo medieval y otros elementos fantásticos.

Otros edificios serían el conocido como Edificio Cortina I, construido en 1896 y en el que se combinan formas románicas, góticas, bizantinas e islámicas o la Casa Peris, del año 1897, ubicada en la calle Caballeros. También en la calle Sorní números, 12, 23 y 33 encontramos más ejemplos. Otras obras menores serían la verja de hierro de la parte trasera del colegio del Patriarca, las casas del Barrio obrero Ramón de Castro, la fachada del palacio de Plaza de Tetuán número 8 o sus contribuciones en forma de panteones, al particular “museo del silencio” del cementerio general.

Pero como hemos comentado, la lista de edificios que se han perdido es mucho más larga que la de los que podemos disfrutar. Quizá uno de los mejores ejemplos sería la Casa Oroval, que realizaba un diálogo perfecto con la casa de los dragones en la calle fetiche de este arquitecto, Sorní, donde también estaba su desaparecida residencia en el número 5. Se le unen a esta lista la Casa Aparici, la Casa Moreno y la Casa Payá en la Gran Vía Marqués del Turia, la Casa Morris en la calle Conde Salvatierra 6, el teatro Eslava en el Paseo de Ruzafa, Cuartel de Artillería, la remodelación del Palacio del conde de Nieulant o el Chalet Martínez en Guillém de Castro 98, son otros ejemplos de brutal destrucción del patrimonio. Todo ello derribado entre 1950 y 1970. Visitar los edificios que los sustituyeron da auténtico pavor.