Una de las cosas curiosas que observamos si nos fijamos en la fachada de la lonja es en el diferente color que encontramos en la torre. Si vemos fotografías de la Lonja en el siglo XIX, sobre todo la de Jean Laurent en 1860, observamos que la torre carece de almenas.

Ello es debido a que entre los años 1896 y 1900 el edificio sufrió una importante reforma, por la que entre otras cosas, se le añadieron algunos elementos como gárgolas o la ampliación de la torre y su finalización almenada. Los responsables fueron el arquitecto Antoni Ferrer y el escultor José Aixá. Al ser las piedras nuevas, contrastan con las originales que han sufrido el paso del tiempo. No sólo exteriormente, sino que también el interior se modificó, lógicamente. Se añadieron más peldaños a la fantástica escalera de caracol que había diseñado Pere Compte. Una escalera fabulosa, un alarde de técnica al construirla sin incluir un eje, apoyándose sobre las propias paredes de la torre.

Sólo tres años antes de realizar la reforma se produjo, bastante lejos de València, un hecho también curioso. En 1893 se celebró en Chicago la Exposición Universal para conmemorar el IV Centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo. En ella estaría representada España. El comisionado para la organización fue el valenciano Enrique Dupuy de Lome, también embajador español en EE.UU. ese mismo año. Encargó a Rafael Guastavino, que había nacido en la desaparecida calle de la Punyalería en 1842, que construyera una réplica de la Lonja de la Seda, como sede del pabellón español en esta Feria. El propio Rafael seguro habría sido influenciado por la arquitectura de la Lonja en su juventud y prueba de su pasión es que no cobró por el trabajo. El resultado como vemos en las fotografías fue realmente impactante. Sin embargo nos llama la atención que al haber realizado la réplica tres años antes de las reformas, no constaran esas almenas que vemos actualmente y además, no incluye a la virgen en la portada, si no un escudo.