Convento de la Puridad

¿Conoces la historia de uno de los primeros “pelotazos” urbanísticos de la ciudad de València?

Uno de los más destacados conventos ya desaparecidos de la ciudad fue el conocido como “Convento de la Puridad”. Se cuenta que este monasterio se construyó tras la conquista cristiana sobre los terrenos del palacio del último rey musulmán de la ciudad. A base de privilegios, limosnas y donaciones el monasterio prosperó, atesorando un notable patrimonio, pero en el siglo XVI entró en crisis y no se recuperaría hasta el siglo XVIII, cuando la iglesia fue redecorada en estilo barroco y ornamentada con un retablo mayor que sustituía a otro gótico que se encuentra actualmente en el Museo de Bellas Artes de Valencia.

A mediados del siglo XIX, con el telón de fondo de la desamortización, el terreno que ocupaba el ya abandonado convento fue solicitado por el industrial madrileño Domingo Skerret para establecer allí una fábrica ya que por ley se eximía de costes de demolición a quienes invirtieran en la construcción de industrias en suelo público.

La tasación del convento corrió a cargo del arquitecto municipal Antonino Sancho, que lo valoró muy por debajo de su precio de mercado, argumentando su mal estado de conservación, el irregular solar que resultaría del derribo, la escasa extensión de los huertos y que la presencia alrededor de varias casas particulares complicaba la regularización de la parcela y las operaciones de derribo. El industrial madrileño compró pues el convento a precio de saldo y después del derribo gratuito mostró entonces sus verdaderas intenciones, la fábrica quedó en el olvido y decidió vender las parcelas resultantes. El propio arquitecto municipal, que tasó a bajo precio el convento, compró una importante porción de terreno al comercial madrileño para convertirse en promotor de viviendas particulares. Así el arquitecto/tasador, convertido en juez y parte, fue pieza clave en este bochornoso saqueo de las arcas públicas, realizado con el mayor descaro y absoluta impunidad.

Esta intervención corrupta en suelo público nos privó de un fabuloso convento y dió origen a una de las primeras barriadas "modernas" intramuros de la ciudad, con sus nuevas alineaciones, edificios y calles.